26 DE FEBRERO
De nuevo, estamos ante ti. Queremos recorrer contigo el camino hacia “el mundo de la luz” en el que te encuentras, detener los relojes del tiempo y, de rodillas, asistir a los últimos momentos de tu vida.
Tu hermana Magdalena, te pidió
que le escribieras una carta de tu puño y letra; con las pocas fuerzas que te
quedaban lograste unir unos papeles cosidos con hilo blanco. ¡Es el testimonio
escrito más hermoso que nos has dejado!
En esta carta encontramos un ramillete de “inteligencia espiritual”
propio de quien ha vivido desde el corazón en la tónica de la armonía, la
serenidad y la paz; que invita a vivir
la vida desde el dinamismo de la esperanza,
”permanezcamos las dos juntitas a los pies de Jesús y no temamos, Ël cuidará de
nosotras”, a la confianza ilimitada
de un Padre que nos ama con ternura:
“por mí no sufras que el buen Jesús endulza mucho mi enfermedad”, a vivir
desde ya, la alegría del cielo, “dentro
de poco todos estaremos en el cielo,
para siempre, para siempre”, a no
preocuparse por la figura de este mundo
que pasa, “no te olvides que todo lo de
este mundo no vale ni tan solo una mirada y mucho menos un sufrimiento”(Cf. Rom. 8.18) , a saber esperar, “cada
día que pasa el buen Jesús va dando un golpecito más, bendito sea, no sé cuando
será el último…”
Hna. Teresa: gracias por esta
carta en la que nos enseñas a mirar la vida con un dinamismo positivo desde el
que corrías hacia el mundo de la luz. Tu camino en la tierra se iba
acabando....tu hermana Magdalena Mira, cmt, nos ha dejado un largo testimonio
lleno de emoción de tus últimos momentos:
“Sentías la necesidad de dejar este mundo y
entregarte para siempre al Amado. Tu cuerpo estaba ya tan extenuado y consumido
que nada le quedaba por perder. Sólo te quedaba el corazón colgado dentro, se
supone que sostenido por el amor. Aquí tienes hermana mía el martirio que tanto
anhelabas cuando decías: “No tendremos la suerte de ser mártires”.
Fue el tuyo, un camino corto,
pero intenso, vivido con pasión, agarrada al corazón de Dios y de los hombres y
mujeres de tu tiempo en clave palautiana. Aquellas experiencias dejaron huella
en tu alma; en ellas nos enseñas a vivir
siempre desde la fe y la esperanza en
alto, apoyadas en Aquel que nos llamó a estar con Él. (Mc 3,13)