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Un recurso espiritual y muy saludable es la oración personal.
Así lo consideraba la Hermana Teresa como nos cuenta su hermana Magdalena: “Un día la sorprendí en una habitación y le dije ¿qué haces aquí sola y a oscuras? Y ella sin alterarse para nada me dijo que hacía meditación. Al interrogarla yo cómo se hacía la meditación y que me enseñara, ya que aquello me parecía cosa difícil, me respondió con candor y sencillez: no cuesta nada, si no puedes hacerla en la iglesia ante Jesús sacramentado, la puedes hacer igualmente en casa. Te retiras a un sitio sola y te pones en la presencia de Dios. La posición no interesa, lo importante es que estés bien penetrada de la presencia de Dios, y que nada de este mundo te distraiga; háblale de lo que quieras y pídele a tu gusto lo que quieras”. Sí, oración contemplativa ese dejarse poseer, fundirse, vivirse para desvivirse, morir a nuestro ego para liberar nuestra libertad, y ser realmente quienes somos… ese inmenso potencial que tantas veces ni siquiera somos conscientes y que nos plenifica. La verdadera felicidad está en nuestro interior. Y es que para sacar lo mejor de nosotros mismos (y a eso vino Cristo y así nos enseñó) hay que orar. Es la oración la que nos transforma. La oración alimentaba el espíritu de hermana Teresa y lo hacía desbordar en beneficio de cuantos la trataban. La totalidad de personas y testigos que la conocieron y dieron testimonio afirmaron que su unión con Dios la vivía y la demostraba en el trato y servicio a los demás. ¿No experimentamos gozo cuando nos vamos desgastando por amor a otros? “Hacer siempre el bien a todos”.
Hna. Sabina
González Forner, CMT
Fuente "Hoja Palautiana" Núm. 5 | Abril 2024